¿Hasta dónde es capaz de llegar un padre para encubrir a un hijo que comete un delito injustificable? ¿Debe prevalecer el instinto de protección paterna, o la lealtad a unas normas sociales que garantizan la coherencia y la fortaleza del grupo? Dos parejas se han citado a cenar en un moderno y exclusivo restaurante de Ámsterdam. Mientras saborean el aperitivo y charlan con aparente despreocupación sobre la última película de moda y sus planes para las vacaciones, son conscientes de que, tarde o temprano, deberán abordar el incierto y acuciante asunto que los ha llevado a reunirse: el futuro de Michel y Rick, sus hijos de quince años, que según algunos indicios podrían estar envueltos en un caso de violencia grave. Así pues, tras los postres, cuando la cena llegue a sus últimos compases, la tensión entre los comensales habrá alcanzado su punto culminante y la cadena de secretos y revelaciones confluirán en un final dramático en el que nadie podrá esgrimir su inocencia.
Me ha gustado mucho este libro. De nuevo creo que he caído en la trampa del autor de creer que los personajes eran de una manera cuando, en realidad, son de otra muy distinta.
Desde el principio pensé que el padre que querría encubrir a su hijo sería Serge, que pondría su carrera por encima de todo lo demás y se olvidaría de la justicia, mientras que Paul querría que, de alguna manera, su hijo aprendiera que aquello no estaba bien (aunque no fuera capaz de entregarlo a la justicia en última instancia). Paul es nuestro narrador y consigue que nos pongamos de su lado rápidamente, según nos va contando anécdotas y recuerdos sobre su hermano y cómo este se comporta.
Sin embargo, según vamos avanzando veo que hay cosas que no me gustan un pelo... ya el episodio de la pelota en el escaparate me hizo pensar "este hombre no está bien de la cabeza, seguro que esto que está viendo el niño le condiciona más adelante". ¡Y me quedé corta! Eso se quedaba en nada con el episodio en el que le pega con la olla de pasta a Serge en la cabeza y con el que le pega al director y, encima, saluda a su hijo por la ventana.
Ya vi que todo era al revés de como parecía: Serge era el único que veía que los "niños" tenían que pagar por lo que habían hecho. Ni Paul ni su mujer pensaban así, y Babette tampoco. ¡Pobre Rick! El único de los dos hijos que lo pasaba mal (si creemos lo que decía Serge, y lo creo).
Lo que no esperaba era que Claire también fuera capaz de llegar hasta el final para evitar que su hijo fuera descubierto. Ya no solo es el hecho de ocultar la verdad o, en caso de que la policía lo descubriera, mentir o lo que hiciera falta, sino pegarle una paliza a su cuñado y hacer desaparecer a su sobrino para que no haya ningún testigo. Increíble. Una familia de pirados.
Me ha gustado bastante, aunque esperaba un verdadero debate moral y casi que este no se ha producido (me refiero a una lucha interna dentro de la misma persona, pero aquí cada uno tenía bastante claro lo que quería hacer con su hijo y lo que no).
Aun así, lo recomiendo.
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